Rusia desafía el dominio de Intel y AMD con un nuevo procesador nacional: Elbrus-B

Rusia desafía el dominio de Intel y AMD con un nuevo procesador nacional: Elbrus-B
El científico Boris Babayan lidera el desarrollo de un chip ruso para romper la hegemonía tecnológica de Occidente - Imagen de archivo generada con IA.

En un intento por recuperar el terreno perdido en la carrera tecnológica global, Rusia ha anunciado el desarrollo de un procesador que, según sus creadores, podría superar con creces a las soluciones actuales de los gigantes estadounidenses AMD e Intel. El protagonista del ambicioso proyecto es Boris Babayan, un veterano científico de 91 años, conocido por su papel en la historia de la computación soviética y por haber trabajado durante más de una década en Intel.

Babayan lidera el desarrollo del procesador Elbrus-B, una apuesta estratégica del Kremlin para reforzar su soberanía tecnológica y reducir la dependencia de hardware occidental. El chip, programado en el lenguaje El-22 y basado en una arquitectura de procesamiento paralelo inédita, promete multiplicar por hasta 200 la potencia de los procesadores más avanzados del mercado.

En un contexto internacional marcado por las sanciones tecnológicas y la fragmentación de la cadena global de suministros, Rusia ha intensificado sus esfuerzos por desarrollar tecnología nacional. El proyecto Elbrus-B se enmarca dentro de estos planes, con el objetivo de que el país multiplique por diez la capacidad de sus superordenadores antes de 2030. Este avance sería clave en sectores estratégicos como la defensa, la investigación científica y la administración pública.

A pesar del entusiasmo de sus impulsores, el proyecto enfrenta importantes desafíos técnicos. Mientras los fabricantes líderes ya producen chips en procesos de 3 a 4 nanómetros, el Elbrus-B se fabricará, como mínimo, con tecnología de 65 a 90 nanómetros, considerada obsoleta en la industria actual. No obstante, sus responsables defienden que el verdadero salto de rendimiento vendrá dado por el diseño del chip y no por el tamaño de sus transistores.

Los cálculos preliminares apuntan a una mejora de rendimiento de entre 30 y 200 veces respecto a los procesadores occidentales actuales, gracias a su arquitectura abierta y paralela. Este planteamiento, si se demuestra viable, podría abrir una nueva vía en el desarrollo de semiconductores.

Sin embargo, la comunidad tecnológica internacional mantiene una postura cautelosa. Expertos tanto dentro como fuera de Rusia subrayan que competir en el mercado global exige no solo potencia, sino también eficiencia energética, compatibilidad de software y una cadena de producción avanzada. En este sentido, hay dudas sobre la capacidad del Elbrus-B para escalar más allá de aplicaciones concretas en entornos controlados.

El proyecto ya ha despertado el interés de potenciales socios internacionales, con India como uno de los países que podrían colaborar en su desarrollo y producción. Para el gobierno ruso, este tipo de alianzas representa una oportunidad para consolidar su posición tecnológica sin depender de Silicon Valley.

A medida que avanzan los trabajos en torno al Elbrus-B, queda por ver si la promesa de un procesador ruso de nueva generación se traducirá en un verdadero cambio de paradigma o si, como ha ocurrido en otras ocasiones, se verá limitado por los retos de implementación y las exigencias del mercado global.

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