La jubilación y su impacto psicológico: la necesidad humana de propósito

La jubilación y su impacto psicológico: la necesidad humana de propósito
La jubilación y su impacto psicológico: la necesidad humana de propósito

Un fenómeno silencioso pero profundamente revelador se repite en muchas historias personales cuando llega la jubilación: tras una vida entera dedicada al trabajo, muchos hombres —y también mujeres, aunque con matices— experimentan un vacío que puede derivar en tristeza, ansiedad o incluso depresión.

La evidencia anecdótica muestra que, para una gran parte de la población, dejar de tener una ocupación o una responsabilidad clara puede ser emocionalmente desestabilizador. El ocio, idealizado como recompensa tras años de esfuerzo, puede volverse una experiencia vacía si no va acompañado de propósito.

En los varones este fenómeno parece especialmente notorio. La estructura social ha vinculado tradicionalmente su identidad con la función productiva. Necesitan cuidar, tener un objetivo, una razón para seguir avanzando. Sin esa referencia, la sensación de haberse "pasado el juego" —como lo describió un empresario español que vendió su empresa por varios cientos de millones de euros— puede convertirse en una fuente de insatisfacción.

Este empresario decidió continuar trabajando, ahora contratado por la propia empresa que adquirió su negocio. "Yo no me dejo vivir. Me encanta lo que hago, disfruto. Es mi pasión", afirma. En su caso, seguir trabajando fue una elección. Sin embargo, la pregunta crítica es: ¿qué sucede cuando es el modelo social el que impone el ocio, cuando no hay una ocupación voluntaria sino obligada?

La necesidad de tener un propósito no es un simple capricho individual, sino una cuestión de salud mental. Como he leído en algún libro, una de las formas más efectivas de lidiar con los problemas personales es mantener la mente ocupada en tareas que exijan concentración. Trabajar puede ser, para muchos, una forma de sanar. No porque los problemas desaparezcan, sino porque se relativizan al mantenerse activos y comprometidos.

En contextos de adversidad —problemas de salud en la familia, crisis emocionales o desafíos económicos— muchas personas encuentran refugio y equilibrio en el trabajo. Al contrario, quienes no tienen esa ocupación tienden a experimentar los problemas con mayor intensidad, y con ello vienen la ansiedad, la tristeza y la desesperanza.

El trabajo no es solo una forma de producir o ganar dinero. Para muchos, es una fuente de identidad, dignidad y equilibrio psicológico. Y aunque la jubilación sea vista como una meta, es fundamental que vaya acompañada de nuevos propósitos, proyectos personales o responsabilidades que mantengan viva la necesidad humana de sentirse útil.

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