La influencia del refuerzo positivo para fomentar el cambio y la mejora personal

Cómo el elogio mejora el aprendizaje y la conducta según experimentos y psicología
Cómo el elogio mejora el aprendizaje y la conducta según experimentos y psicología

En diversos ámbitos de la vida cotidiana, como las relaciones personales, la educación o el deporte, es común centrarse en corregir errores y señalar las fallas para buscar la mejora en los demás. Sin embargo, investigaciones y experimentos en psicología demuestran que este enfoque es menos efectivo que el uso del refuerzo positivo, basado en premiar y elogiar los comportamientos deseados.

Uno de los estudios más representativos fue realizado por B.F. Skinner, destacado psicólogo del siglo XX, quien analizó cómo aprenden los seres vivos mediante experimentos con animales como perros, palomas y ratas. Skinner les enseñó tareas simples, como presionar una palanca, y cuando realizaban la acción correcta, recibían una recompensa en forma de comida. Cuando fallaban, experimentaban castigos como ruidos fuertes o descargas eléctricas leves. Los resultados mostraron que los sujetos aprendían más rápido y mantenían el comportamiento cuando se aplicaba refuerzo positivo, mientras que el castigo provocaba más errores o hacía que el comportamiento deseado no se consolidara. La conclusión fue clara: el refuerzo positivo genera cambios más duraderos que el castigo.

Esta idea se traslada también al aprendizaje humano. En un experimento donde las personas debían completar un reto en un tiempo determinado, se observó que bajo condiciones de crítica cometían más errores y no cumplían con el tiempo estipulado. En cambio, cuando recibían elogios, cometían menos errores y lograban completar el reto dentro del tiempo establecido.

Un ejemplo destacado en el ámbito deportivo es Phil Jackson, uno de los entrenadores más exitosos de la NBA, con 11 anillos ganados y conocido por haber dirigido a leyendas como Michael Jordan y Kobe Bryant. Jackson aplicaba un enfoque basado en la positividad y el mindfulness, evitando gritos o centrarse en los errores de sus jugadores. En lugar de ello, destacaba sus aciertos, fomentaba la colaboración y el aprendizaje desde el error sin buscar culpables. Su estrategia se basaba en la observación atenta y en reforzar verbalmente las conductas que deseaba repetir, utilizando la confianza como herramienta de cambio.

Este enfoque no se limita al deporte, sino que tiene aplicaciones en la vida cotidiana y en las relaciones personales. Por ejemplo, si se desea que una pareja sea más cariñosa, es más eficaz valorar y reconocer sus gestos afectuosos que criticar cuando no lo es. De igual forma, para fomentar la confianza en los hijos, es recomendable reforzar cuando se abren y compartir, en lugar de reprocharles cuando no lo hacen.

El cambio en las personas no ocurre cuando se sienten juzgadas, sino cuando se sienten vistas, valoradas y seguras. El cerebro humano no aprende eficazmente bajo la influencia del miedo, sino a través del afecto y la aceptación.

Publicar un comentario

0 Comentarios