Dispositivos Electrónicos: ¿Duraderos o Conectados?

Dispositivos Electrónicos: ¿Duraderos o Conectados?
Dispositivos Electrónicos: ¿Duraderos o Conectados?

Últimamente reconozco que me encuentro en una fase de mi vida muy retro. Semanas atrás fui a un garaje de una vivienda familiar donde aún se conservan algunos juguetes y elementos que formaron parte de mi vida, entre ellos tenía mi viejo Casiotone, un Casio PT-82 de color negro que me regalaron, no sé, con 8 o 10 años. Sabía que estaba ahí, hace lo menos 15 años o más y no lo había llevado a mi casa, porque pensaba que no funcionaba, pero viendo lo bien que estaba conservado, me animé a cogerlo y raspando un poco los contactos de las pilas, conseguí que encendiera. Hoy, 30 años después de que llegara ese pequeñín a mi vida, vuelve a entonar sus alegres y antiguas melodías, con esos sonidos que hacen que uno viaje en el tiempo a otros momentos, a otros lugares y con otras personas.

Después del baño de nostalgia, me puse a pensar que si un juguete de los 80 fue capaz de soportar una vida perra, primero en manos de un niño y luego en un garaje, y 30 años después sigue como si nada, ¿qué pasaría si hiciéramos lo mismo con un dispositivo de hoy? Pensemos, por ejemplo, en el más querido hoy, nuestro móvil.

Hace unos días os ponía un artículo sobre la obsolescencia programada en las luminarias led, y hoy voy a dar otro golpe sobre la mesa con esto y me voy a quedar a gusto.

Seguro que muchos de nosotros aún tenemos aparatos viejos por nuestras casas fabricados en los 70, 80 o 90, por ejemplo, un walkman, un radiocasete o una simple Gameboy, en cualquiera de sus variantes. En mi caso, os puedo decir que de todo eso tengo aún, y todo funciona, hasta el walkman más viejo de mi hermano, de esos que no rebobinaban las cintas sino que solo reproducían o avanzaban rápido.

¿Y esto a qué se debe? Bien, hay muchos motivos por los que los dispositivos electrónicos de hoy duran menos que los de antes, pese a que a sus fabricantes y a los políticos que los defienden se les llena la boca hablando de ecología.

1. Calidad de materiales: en aquel entonces se usaban mejores plásticos, más piezas metálicas y había un concepto de hacer cosas buenas.

2. Obsolescencia programada: ya he hablado varias veces sobre ella, pero resumiendo, es programar la vida útil de un dispositivo, bien mediante un elemento que gestione su duración o bien con el uso de materiales cuya vida útil se estime en un tiempo determinado, y evidentemente la intención es que en unos años tengas que comprar uno nuevo, consiguiendo incluso que sea el consumidor quien decida hacer el cambio presentando versiones nuevas del dispositivo, con funciones o capacidades mejoradas... no sé si os sonará esto.

3. Conectividad de los dispositivos: eso que llaman el Internet de Las Cosas, puede que este punto os extrañe en este artículo de opinión, pero os adelanto que es el verdadero motivo de todo este artículo y es donde me voy a detener para explicaros con calma.

En un mundo cada vez más interconectado, nos encontramos con que muchas cosas que antes funcionaban independientes, ahora parece que si no se interconectan a la red de redes o con otros dispositivos, no tienen sentido alguno. Os pongo algunos ejemplos: televisores, teléfonos, ordenadores, reproductores, coches, neveras, relojes, etc. La razón que argumentan sus fabricantes y defensores son decenas de ventajas en cuanto a automatismo, acceso a contenidos, etc., pero si nos paramos un poco a pensar, no son todo ventajas.

Sí, es cierto que cada vez hacen más funciones y en algunos casos facilitan mucho nuestra vida, pero en otros casos, ¿es realmente necesario? Sin entrar en cuestiones de adicción a la tecnología, ¿no echáis de menos que un dispositivo durara mucho tiempo? Hoy todo el mundo quiere una videoconsola potente, cada cierto tiempo aparece un modelo superior que permite jugar juegos más potentes, cuestan más y resulta que sin Internet de poco sirven, pero de pronto, escarbas en un armario y ves una PS1 o una Super Nintendo, le mandas el cartucho y ala, a jugar, 20 años después, y con menos capacidad, con menos funciones conseguían aquello para lo que fueron creadas, entretener, y lo siguen haciendo. O pones un vinilo en la cadena de música de tu padre o de tu abuelo, y los pelos de gallina.

Ahora están volviendo de moda los teléfonos móviles básicos, sin conexión a Internet, es decir, llamadas y SMS, punto. Mientras un smartphone, por bueno que sea, dura de 2 a 5 años, antes de que quede obsoleto o su batería empiece a rendir de forma insuficiente, estos teléfonos «offline» resulta que pueden durar su batería en uso hasta 1 mes, lo que implica menos cargas, además de no necesitarlos usar tanto, lo que les permite reducir el volumen de cargas y, de esa forma, extender la vida útil de su batería, además de que al no navegar ni necesitar actualizar aplicaciones, el software es el de fábrica, y no presenta problemas ni ralentizaciones en su ciclo de vida. De locos.

Los mismos smartwatches, cuya batería dura de días a un par de semanas, resulta que un reloj de los de toda la vida, una pila de botón, por ejemplo, 377, 364 o 371, que son las referencias más usadas en analógicos, duran, según el fabricante, mínimo 1 año, pero os puedo asegurar que la media es de 3 a 5 años, y en el caso de los digitales, Casio, por ejemplo, publicita varios modelos clásicos que pueden durar sus baterías 10 años. Me pregunto yo, ¿qué es más ecológico, tirar dispositivos cada 4 o 5 años, por fallos de la batería o porque sus capacidades sean mermadas por las actualizaciones o funciones extra, o que hagan simplemente lo que tienen que hacer y duren como mínimo 10 años?

Los automóviles, con la electrificación, ya hay fabricantes que hablan de soporte para los vehículos de 10 años, cuando aún hay coches fabricados antes de los 70 circulando por nuestras carreteras, con un costo bajo por kilómetro recorrido y un mantenimiento económico y fácil, ya que eran motores simples y diseñados para un mantenimiento eficiente y simple. Nos hablan de emisiones, pero no de residuos.

Voy terminando, soy un apasionado de los ordenadores, tengo ordenadores portátiles viejos, sobremesas antiguos, y resulta que hoy todos son pisapapeles y más con las implementaciones de los sistemas operativos Windows 11 y 12, de los que también he hablado ya. Me veo con dispositivos funcionales que ya son incapaces de navegar, pero que para funciones «offline» siguen siendo perfectamente válidos.

Creo que como sociedad, y sobre todo como individuos, tenemos que empezar a pensar realmente en el valor de las cosas, no desde el punto materialista de sobrevalorarlas, sino de entender que un objeto no puede tener una vida de unos pocos años, por mucho que nos prometan sus versiones más modernas. Si realmente nos preocupa el planeta, hay que pensar en función, durabilidad, mantenimiento y actualización de componentes, más que en comodidad o diseño. Pensar si realmente necesitamos que ese dispositivo, sea el que sea, necesita estar conectado, o si, por el contrario, es autónomo y nos permite un uso independiente, pues por desgracia, aunque nuestros deseos son ilimitados, nuestro planeta y sus recursos no.

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