La difícil transición a Windows 11: por qué tantas empresas y usuarios siguen con versiones antiguas

Windows 10 se resiste a desaparecer: millones de PCs seguirán usándolo tras el fin de soporte
Windows 10 se resiste a desaparecer: millones de PCs seguirán usándolo tras el fin de soporte

El próximo 14 de octubre de 2025, Windows 10 dejará de recibir soporte oficial por parte de Microsoft, marcando el fin de una era para uno de los sistemas operativos más queridos y estables de la compañía. A pesar de ello, millones de ordenadores en todo el mundo, incluyendo muchos en España, seguirán funcionando con esta versión o incluso con otras anteriores como Windows 7, XP o Vista. Esta resistencia a la actualización plantea un escenario complejo que combina factores técnicos, económicos, medioambientales y culturales, y que Microsoft está intentando afrontar con medidas inéditas.

Una transición estancada: Windows 11 no despega

Desde su lanzamiento, Windows 11 ha enfrentado una adopción más lenta de lo esperado. Aunque en julio de 2025 logró superar brevemente a Windows 10 en cuota de mercado global según Statcounter, los datos de agosto muestran un retroceso: Windows 11 bajó del 53,51% al 48,59%, mientras que Windows 10 subió del 42,88% al 46,06%. En España, la situación es aún más crítica, con Windows 10 manteniéndose por delante y creciendo ligeramente, mientras que Windows 11 experimenta su cuarto mes consecutivo de caída en cuota de mercado.

Microsoft ha intentado frenar esta tendencia con decisiones poco habituales, como ofrecer actualizaciones de seguridad extendidas gratuitamente —al menos inicialmente— para quienes decidan no migrar aún. Esta medida, pensada para facilitar la transición, refleja el gran desafío que representa convencer a usuarios y empresas de abandonar un sistema operativo que sigue siendo funcional y ampliamente utilizado.

¿Por qué tantos siguen usando versiones obsoletas?

La realidad es que el ecosistema de Windows está profundamente integrado en la infraestructura tecnológica global. Un informe de la BBC reveló que incluso en sectores industriales, médicos y de transporte, se siguen utilizando versiones tan antiguas como Windows 95, Windows 3.11 o incluso MS-DOS. Un ejemplo llamativo es el del metro Muni Metro de San Francisco, que aún depende de sistemas basados en DOS, o los trenes de Deutsche Bahn en Alemania, que requieren especialistas en sistemas de hace más de dos décadas.

La razón principal es que actualizar implica un alto coste económico, riesgo operativo y un esfuerzo técnico considerable. En sectores donde el hardware y software están estrechamente ligados —como en cajeros automáticos, impresoras industriales o equipos médicos—, cambiar el sistema operativo puede requerir sustituir maquinaria completa. Como explica Elvis Montiero, experto en cajeros automáticos, “actualizar de Windows XP a una versión moderna puede ser más costoso que mantener el sistema actual”.

Windows como infraestructura: una dependencia histórica

Para el profesor Lee Vinsel, de Virginia Tech, “Windows es la infraestructura definitiva”. Esta afirmación subraya el papel central que ha jugado el sistema operativo de Microsoft en el desarrollo de la informática moderna. Durante décadas, ha sido la opción por defecto tanto en hogares como en empresas, consolidando una dependencia tecnológica que aún hoy se refleja en la dificultad de adoptar sistemas alternativos como Linux o macOS.

La longevidad de Windows también se explica por su fiabilidad en entornos productivos. Muchas compañías priorizan la estabilidad sobre la novedad, y prefieren mantener sistemas antiguos que ya están adaptados a sus necesidades. Además, versiones como Windows 10 Enterprise LTSC o IoT seguirán recibiendo soporte hasta 2032, especialmente en sectores como el transporte, la sanidad y la industria.

¿Qué riesgos implica seguir usando Windows 10?

El principal problema de usar una versión sin soporte es la ciberseguridad. A partir de octubre de 2025, los usuarios de Windows 10 dejarán de recibir parches de seguridad y actualizaciones críticas, quedando expuestos a vulnerabilidades que pueden ser explotadas por ciberdelincuentes. Además, muchas aplicaciones y juegos dejarán de ser compatibles con versiones antiguas de Windows, dificultando el acceso a nuevas funciones o tecnologías emergentes como la inteligencia artificial o la realidad aumentada.

La obsolescencia y el precio ecológico de actualizar

Más allá de la seguridad, uno de los motivos clave por los que muchos usuarios se resisten a actualizar es la obsolescencia forzada. El fin del soporte de Windows 10 obliga a reemplazar equipos informáticos que siguen siendo perfectamente funcionales, lo que implica un impacto ecológico considerable al convertir en residuos electrónicos toneladas de hardware válido. En un momento en que la sostenibilidad es una prioridad global, este modelo de renovación constante es difícil de justificar.

A nivel económico, el coste de adquirir un nuevo equipo con Windows 11 puede ser prohibitivo para muchos usuarios, especialmente si además implica cambiar periféricos especializados como impresoras industriales, escáneres médicos o dispositivos de control numérico. Muchos de estos periféricos tienen un precio elevado y no son fácilmente reemplazables. Además, los nuevos controladores o el sistema pueden no ser compatibles con versiones anteriores, forzando un cambio total en la infraestructura técnica de hogares y empresas.

¿Realmente pedimos más inteligencia artificial?

Otro de los aspectos criticados por parte de la comunidad es el enfoque de Windows 11 hacia una experiencia de usuario recargada, con una interfaz alejada de la clásica filosofía de Windows basada en el escritorio limpio, rápido y personalizable. La integración de Copilot y otras funciones de inteligencia artificial, aunque útiles en determinados entornos, no forman parte de las necesidades reales de muchos usuarios que priorizan la eficiencia, la compatibilidad y el control sobre el sistema operativo.

Lo que muchos usuarios valoraban de Windows era su capacidad para gestionar de forma ágil tanto hardware nuevo como antiguo, su ligereza y su familiaridad. Un sistema que permitía ejecutar software heredado, aprovechar periféricos antiguos y personalizar a fondo su apariencia. Con Windows 11, esa flexibilidad parece haberse perdido.

¿Una solución? Versiones diferenciadas para distintos perfiles

Una posible alternativa sería que Microsoft ofreciera distintas ediciones de Windows: una versión básica, optimizada para rendimiento, ligereza y compatibilidad con hardware antiguo, y otra profesional orientada a usuarios avanzados que sí deseen incorporar IA y otras funciones complejas. Esto permitiría cubrir ambos perfiles de usuario sin imponer cambios innecesarios a quienes solo quieren un sistema limpio, eficiente y fácil de usar, como ha sido tradición en los mejores momentos de la historia de Windows.

Conclusión

El desafío que enfrenta Microsoft con la transición de Windows 10 a Windows 11 no es menor. La fuerte presencia de versiones obsoletas en todo el mundo, y especialmente en España, revela una realidad compleja donde la tradición, el coste, el medio ambiente y la funcionalidad pesan más que la innovación. La infraestructura tecnológica global sigue anclada en sistemas antiguos, no por nostalgia, sino porque muchas veces son simplemente más adecuados.

Condenar a millones de equipos a la basura cuando aún son válidos no solo es ineficiente, sino insostenible. El futuro del software debería basarse tanto en la evolución tecnológica como en el respeto a los recursos, al usuario y a la historia que ha hecho de Windows un estándar mundial. Tal vez no se trate tanto de cambiar de sistema, sino de volver a pensar qué tipo de sistema realmente queremos.

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